Hay quien no cree en el amor
Siempre ha habido dos clases de personas, como ya dije en su día. Pero en ese momento no hablé de los dos tipos de especímenes que habitan el planeta en términos de amor: los que creen en él y los que no. Lo cierto es que todos nacen creyendo (al menos eso quiero pensar) y es la vida y sus situaciones lo que hace que cambien de opinión (o no).
En los últimos tiempos he pensado mucho en ello y le he dado tantas vueltas que he tenido que preguntar al resto qué pensaban al respecto. Volviendo de cenar con mi amigo Mario, me intereso por saber si él sigue creyendo. Me dice que sí. “Ya no tengo prisa. Me gustaría pasar una tarde de domingo cocinando para alguien especial, bailando y viendo una película, pero simplemente no se ha dado. Las relaciones ahora son muy complicadas. Ya nadie quiere comprometerse y parece que no puedes demostrar lo que sientes por miedo a que la otra persona se asuste y se vaya. Siempre estamos intentando encontrar la perfección en vez de amar las imperfecciones de la otra persona. Ahí es donde reside la magia de querer a alguien de verdad”.
Eso me tranquiliza. Pese a que en su tono haya algo de decepción, parece que la luz de la vela aún no se ha apagado. Tiene fe. Y la verdad es que me alegra saber que queda alguien con ilusión. Mientras yo guardo silencio ante sus palabras. Sabe que ya estoy dándole vueltas en mi cabeza. Quiere conocer lo que pienso, pero sabe que acabo de esconderme en mi caparazón y que por más que lo intente, no saldrá nada de estos labios.
Qué malos son los caparazones. También en el amor. Creo que todos tenemos uno. Solo que algunos deciden resurgir y otros no son capaces de salir de él (¿nunca?).
Al hilo de eso, Mario dice que soy como una lluvia tropical. Todo es calma, con un sol brillante y de repente ¡PAM! Lluvia torrencial. Aunque asegura que no dura mucho el temporal. Pero el caso es que nunca sabe por dónde voy a salir, cuándo voy a explotar y eso le parece emocionante y aterrador a partes iguales. Entiendo que opine que me pasa lo mismo en el amor.
Hace poco me topé con un vídeo en el que un chico se preguntaba cómo demonios habíamos pasado de sentir ilusión cuando alguien nos gustaba a tener miedo. Es cierto. Los inicios se han vuelto todo un cajón de dudas donde no sabes quién va a salir ileso y quién con el corazón en un puño. Parece que el amor se ha convertido en un juego de estrategia donde tienes que saber muy bien jugar tus cartas. Y si te equivocas, pierdes. Si te muestras tal y como eres, pierdes. Si demuestras demasiado, pierdes. Si te gusta y se lo dices, pierdes – y te llevas de regalo un “no sé qué decirte”.
A todo esto, tengo una amiga que, tras varias negativas, ha decidido entrar en la rueda de las dating apps. Todo iba muy bien, hasta que, en el segundo intento, conoció a alguien especial. Sin embargo, parece que la cosa ha empezado a enfriarse: “Es raro. Cuando nos vemos estamos genial y todo guay. Pero por WhatsApp, si no le hablo yo, él no hace nada y claro, así es difícil de mantener algo y avanzar. Le cuesta ese ‘primer paso’”, me dice. No dudo de que sus palabras han sido escogidas al milímetro. Mantener y avanzar. Dos cosas importantes en una relación.
Estoy segura de que los dos se han topado con la realidad: el autosabotaje, muy difícil de esquivar cuando conoces a alguien online. Si al principio te dejas llevar y todo fluye, llega un momento en el que te encuentras de frente con las dudas y tus propios miedos. La cabeza empieza a ir a mil por hora y de repente hay mil cuestiones por resolver teóricamente. Y digo teóricamente porque en el amor, nos gusta teorizar bastante para encontrar un rayo de luz que ilumine el camino. Un lugar seguro. Porque en la incertidumbre no sabemos nadar. Y así, se busca una teoría con la cual llegar a la orilla o acabar hundido en el mar.
Es increíble la de muros que podemos llegar a construir con tal de no dejar a alguien pasar simplemente por miedo. Por evitar el dolor. Supongo que es más fácil hacerse daño a uno mismo que permitir al otro que lo haga…
Y entiendo que muchos se encarguen de buscar culpables y lo achaquen a las películas, pero considero que de ahí no surge el problema. El amor ha muerto porque hemos sido capaces de cargarnos a nuestro niño interior. Es nuestro niño interior el que se encarga de alimentarlo para que siga creciendo fuerte y sano, a base de cariño, ilusión, alegría, esperanza y, sobre todo, mucho amor. Creo que sin nuestro niño interior no seríamos capaces de querer genuinamente y de esta forma, entregarnos sin pensar en las consecuencias.
Aunque es cierto que cada vez más, el amor queda ligado al miedo en las series. Los guionistas no son capaces de hacer historias donde el amor sea fácil, diferente, especial. Siempre va unido a los límites. Esto me recuerda una frase que escuché en un capítulo de Ginny and Georgia:
“I told ya, love isn’t enough”.
“Why don’t you think you deserve happiness?”
“I do not trust happiness”.
Quizá todo se resuma en eso. No creemos que el amor nos pueda hacer felices, siempre lo vemos como al villano de la película, ese que quiere destruirnos en cada episodio.
Entonces para amar hay que ser valientes. Y la realidad es que cada vez hay más cobardes como Carmy de The Bear, que decía lo siguiente en el último episodio de la segunda temporada:
“I don't need to provide amusement or enjoyment. I don't need to receive any amusement or enjoyment. I'm completely fine with that. Because no amount of good is worth how terrible this feels”.
De esta forma, el protagonista consideraba que el amor le hacía débil, indefenso ante cualquier situación de la vida. Y prefería no tener momentos de felicidad, de ilusión, con tal de no mostrarse vulnerable.
Hasta la gran Samantha de Sex and The City cayó en el error de torpedear su relación. Primera vez que se enamora y no paró de buscar desconsoladamente una grieta en su historia. Y ya sabemos lo que dicen: quien busca, acaba encontrando.
“I can’t go any further down this love road and have my heart broken”.
¿Quién no ha tenido miedo al abismo alguna vez? Yo me sigo preguntando cómo es que soy tan valiente. Pero creo que es evidente el bando que he escogido. Y me niego a cambiarlo. Da igual las piedras en el camino, la incertidumbre, el terror. Todo queda compensado cuando sentimos esa chispa, cuando la ilusión está ahí.
Nos leemos pronto,
Elyn
Gracias por pasar este ratito conmigo. He decidido cambiar el ritmo. Fluir más. Últimamente me está costando mucho conectar con mis ideas y quiero darme el tiempo de descubrir esta nueva Elyn. A partir de ahora escribiré cuando me apetezca, cuando me nazca de adentro. Puede que caiga en domingo o puede que no. Puede que sea uno a la semana, que haya semanas que sea ninguno, o incluso que os encontréis con la sorpresa de que sean dos. Pero vamos a disfrutar del verano como tenga que venir ❤️
Si te has quedado con ganas de más, puedes pinchar en este enlace para leer los números anteriores. Y si te ha gustado, ya sabes, comparte lo que lees.
¡Hasta pronto!
Buen inicio de semana.